jueves

Discurso de S. E. el Presidente de la República, Don Eduardo Frei Montalva.-

“Vivimos en una época en que las formas de vidas y de trabajo cambian aceleradamente, creando problemas de orden educacional, tanto a las nuevas generaciones como a los adultos.
Las actuales condiciones que ofrece la sociedad constituye un desafío para los gobernantes, sociólogos, economistas, científicos y educadores. El fin de todos ellos es lograr la felicidad y la liberación del hombre, en el marco de la revolución social contemporánea.
Las nuevas formas sociales han traído como consecuencia la transformación de las instituciones docentes y la educación ha avanzado  hacia un plano preferente de atención, en circunstancias de que tradicionalmente se le atribuía un rol secundario. Además, se ha comprendido que la educación constituye una de las formas de capitalización de la riqueza de un país, expresada en los talentos del hombre.
            La realidad social de nuestro tiempo, con todas las complejidades que ofrece, no es una mera consideración teórica; es un hecho objetivo y se verifica por la demanda creciente de sectores cada vez más amplios, por una mejor educación. Tanto quienes están en edad escolar como quienes se han incorporado ya a la vida del trabajo, advierten la necesidad de estar al día en la preparación que la educación les proporciona. Las oportunidades de tipo educacional son, por lo dicho, no sólo crecientes y constantes, sino también progresivas en cuanto a quienes de ellas se benefician.
Si se examina la realidad educacional de América Latina encontramos que la situación es verdaderamente dramática: 50 millones de analfabetos; un promedio de escolaridad que no alcanza a los 4 años; educación de nivel medio de tipo profesional sólo para un tercio de la población escolar. Culmina este desolador panorama con la Enseñanza Superior, la cual aparece sirviendo sólo a una minoría privilegiada.
Lo anterior afecta al progreso social y económico. En lo social, no puede vivirse la auténtica democracia que sirve de ordenamiento a los pueblos hispanoamericanos. En lo económico, su consecuencia es la baja productividad: existe un círculo vicioso entre el estancamiento social y el bajo rendimiento del trabajo. La sociedad latinoamericana tiende a involucrar, consagrando la desigualdad y la pobreza para una vasta mayoría.
La carencia de educación no permite que se comprenda el tipo de acción que deba emprenderse para transformar la realidad negativa que se ha anotado. Naciones que no disponen de los instrumentos mínimos de comunicación, como son el uso del lenguaje oral y escrito, están en una situación desmedrada para colaborar en el progreso.
Si la producción cada vez tecnificada requiere de obreros calificados, de especialistas de mediano y alto nivel, la demanda que proviene del campo del trabajo no encuentra satisfacción en la preparación que el hombre de América Latina posee.
La situación exige encarar con rapidez y firmeza los problemas. Cada minuto que se retarde la puesta en marcha de una política educacional que incorpore al mayor número posible de personas en edad de recibir educación, y que al mismo tiempo prepare en todas las especialidades profesionales que la producción exige, constituye una pérdida irreparable. Es un capital humano, el más valioso que pueda poseer una nación, el que se frustra.
Conscientes de la responsabilidad educacional, hemos dedicado nuestra preferente atención a la expansión de los servicios. En sólo doce meses, 200 mil nuevos alumnos han podido ingresar al sistema escolar; ha sido necesario salvar la escasez de personal docente mediante la formación acelerada de miles de maestros primarios; el déficit de construcciones escolares, de las cuales casi un millar son rurales. El número de salas de clases que esto significa alcanza a 5.800. También se ha incrementado la educación media, con la creación de 38 liceos vespertinos y nocturnos, destinados a posibilitar la prosecución de los estudios de quienes trabajan.
Podemos agregar que la tasa de escolaridad primaria se ha elevado, con las medidas citadas, a un porcentaje que supera al 90%. En lo que atañe a la educación media, se proyecta alcanzar en forma progresiva para los años que vienen, una tasa de escolaridad que alcance, por lo menos, al 45%. Las naciones de alto desarrollo poseen esas tasas de escolaridad, que ya se ha logrado en la educación primaria y que se está en vías de alcanzar para la educación media.
Por lo expuesto, pareciera que la política educacional estuviera enfocada solamente en los aspectos cuantitativos. Sin embrago, no es así. Interesa también atender la calidad de la educación, y para ello se está trabajando en la clarificación de objetos educacionales, de acuerdo con nuestras realidades, y que sean alcanzables. Se estudian nuevos programas.
Las técnicas de la enseñanza y la incorporación de métodos más científicos, son otro aspecto de la preocupación por hacer que nuestra educación sea cada día mejor.
El progreso de la pedagogía, en el dominio internacional, ha sido notable. La educación nacional ha quedado retrasada frente  a esos progresos, porque no ha respondido en forma dinámica – en la adaptación de los avances de la educación moderna – a las condiciones existentes en Chile.
La realidad educacional chilena, por las causas indicadas, revela no estar adecuada a lo que de ella se espera. Existe un sentido de frustración en muchos egresados de establecimientos educacionales, que no encuentran una ubicación positiva en la sociedad en que deben actuar. Existe insatisfacción espiritual y moral en diversos sectores de la juventud, que son atribuibles al defectuoso proceso formativo.
El tipo de individuo que la educación debe entregar, debe ser no sólo una persona que esté informada y que posea conocimientos. Eso es sólo un aspecto y el menos significativo, de lo que se espera de la educación. Es exigible que la sociedad reciba individuos formados en el orden moral, dotados de una personalidad integrada, con sentido de responsabilidad y confianza en sí mismo. También se requiere que posea un sentido de los valores y que este asistido de un juicio crítico sano.
El tipo de hombre que debe entregar la educación debe ser capaz de aprender a seguir aprendiendo, para que se pueda entender sus conocimientos más allá de las aulas. Además, es fundamental que posea la capacidad de transformar sus conocimientos en acción, para que pueda incorporarse eficientemente a la vida social y, dentro de ella, a la actividad del trabajo.
La situación educacional, tal como se presenta, excede el campo de acción del profesorado. Es una responsabilidad nacional que afecta a todos los chilenos y, en primer lugar, al gobierno. Para esclarecer lo que deba hacerse, se necesita del examen objetivo y del diálogo abierto entre todos los sectores que componen nuestra nacionalidad.
Otro aspecto sobre el cual conviene proyectar nuestra atención, es el que se refiere a la ausencia de una orientación individual y vocacional. Nuestros niños deben tomar decisiones relativas a la actividad a que se dedicarán en el futuro, a una edad en la que no está aún definida la vocación ni existe el auxilio ni el discernimiento suficiente. Entre los 12 y 13 años la personalidad del hombre está en pleno cambio y resulta inconveniente forzar decisiones de tipo vocacional, cuando la formación de la personalidad atraviesa por una etapa de crisis.
Sólo se puede satisfacer la necesidad de exploración de aptitudes, vocacionales, prolongando al máximo posible la educación general. Las condiciones económicas imperantes en Chile fuerzan a extender la educación general básica, para poder cumplir adecuadamente la exploración vocacional, a 8 o 9 años de estudios generales.
Estas formulaciones fueron debidamente presentadas en un debate que se prolongó durante varios mese en el Consejo Nacional de educación de la Superintendencia de educación, en el que se encuentran representantes de las Universidades del Magisterio organizado, del la Educación Particular, de los padres de familia, de los sectores de la producción agrícola, industrial y de los trabajadores. Todos coincidieron en forma unánime en la aprobación de las ideas fundamentales de esta nueva estructura.
Todas estas razones y hechos me han decidido a poner en marcha la Reforma Educacional que nos congrega hoy día. Esta consiste, como se ha dicho, en una nueva estructura del actual sistema de educación nacional que ofrezca un nivel de 8 años de educación general básica, continuado en un ciclo de 4 años de estudios científico-humanistas o técnico-profesionales.
La Reforma Educacional formula, asimismo, la decisión de encarar progresivamente la atención escolar del párvulo, importante problema de la familia obrera y campesina que es preciso atender continuadamente. Al término de estos niveles de estudios, la educación superior debe abrir posibilidades extraordinarias de formación en profesionales y disciplinas que rebasen el marco tradicional, para diversificar su acción en las nuevas actividades exigidas por le desarrollo del arte y la ciencia, y de las técnicas.
En otro orden de acciones, es indispensable adecuar la estructura y funcionamiento de los servicios educacionales a los requerimientos del nuevo sistema e igualmente a las modernas técnicas de administración, tanto central como de los establecimientos, a través de un proceso altamente tecnificado que evite toda interferencia que sea ajena a los altos fines de desarrollo integral de estos servicios. Al respecto, se ha preparado un proyecto de ley que enviaré próximamente al Honorable Congreso.
Nadie desconoce que una Reforma Educacional debe tener en cuenta no sólo la formulación de sus objetivos, programas y técnicas modernas de aprendizaje, particularmente del educador, quien logra, en último término, estas metas. Reconocemos como tal, no sólo al profesor, sino también al padre de familia. La calidad de la educación refleja la calidad del educador, por lo tanto, debemos destinar parte fundamental de nuestra preocupación y recursos a las tareas de formación y perfeccionamiento del profesorado.
La nueva estructura del sistema educacional y la expansión de la población escolar que será preciso atender en los próximos años, obligarán a revisar la preparación del profesorado en su orientación, programas y métodos. Igualmente, hay que considerar la cantidad de profesores que el país necesita. Al entrar en este delicado problema, nos hacemos un deber declarar que el maestro, cualquiera que sea el nivel en que se desempeñe, es un profesional que debe tener un status social y económico acorde con la alta función que desarrolla en la sociedad.
Si observamos que en e proceso educacional tiene igual valor relativo cualquier punto del sistema, no es posible comprender fácilmente el hecho de que los profesores que atienden sus diversos niveles, tengan un separación formativa, profesional, económica y social tan marcada como la actual. Añadiendo a esta situación el convencimiento de que es precisamente en los niveles educacionales iniciales donde se juega casi definitivamente el resultado final del proceso educativo, al marcarse, durante este período, las huellas más profundas en la mente y en los hábitos de los alumnos, se puede concluir también que deberemos vigilar que la formación de profesorado para el nivel básico, sea una de las más cuidadas y rigurosas, y abierta a las mayores oportunidades de perfeccionamiento continuado. De un modo análogo, parece existir consenso en que el requisito de ingreso a los estudios de esta profesión se ubique al más alto grado posible, de tal manera que se eleve efectivamente la calificación promedio de estos estudios. Esto sitúa definitivamente los estudios pedagógicos de cualquier tipo y nivel, en el rango de la Educación Superior.
El maestro chileno ha estado presente en la formación de nuestra nacionalidad. A él le ha correspondido, junto al padre de familia, revelar, a la incansable curiosidad infantil, el mundo maravilloso de la cultura y auténticos valores de la nacionalidad. Al iniciar esta trascendental etapa de la educación, deseo no sólo expresar mi preocupación por dar respuesta a sus legítimas aspiraciones, sino agradecer su generosa y sacrificada colaboración en este año, la que confío se mantendrá en el futuro.
A los padres de familia y especialmente a la sacrificada y heroica madre chilena les puedo decir, con legítimo orgullo, que nunca tanto como hoy, comprendo y valoro su autoridad, opinión y su preocupación constante por si máxima riqueza y herencia: la inteligencia y el valor de sus hijos. Para ello, no sólo estamos levantando escuelas y formando maestros, sino que hemos iniciado el Programa Nacional de Becas y Préstamos de Estudio que en 1965 sirvió a 17.500 becas en el nivel medio y 2.015 préstamos a universitarios. Este programa permitirá una substancial modificación en las facilidades de continuación en los estudios superiores. Asimismo, deseo garantizarles que en mi gobierno la familia, célula básica de nuestra sociedad, mantendrá su derecho a decidir sobre el tipo de educación y formación que desee para sus hijos a través del sistema de educación pública y privada, cuya cooperación agradecemos y requerimos.
Al terminar estas palabras de fe y confianza en chile y sus posibilidades, valoramos, más que nunca, la tradición cultural y educacional de la Nación, acuñada en cuatro siglos de historia. De ella hemos obtenido respuestas y momentos culturales de honda significación nacional y aun latinoamericana. Hoy confiamos en que esta Reforma de la Educación Chilena abra el camino de una auténtica e histórica transformación social”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario