El Decreto 27.952 del 7 de diciembre de 1965, modificó el sistema educacional, le asignó objetivos que reiteraban los vigentes de la educación europea y norteamericana:
1. “Alcanzar un mejor y armonioso desarrollo de todos los aspectos de la personalidad.
2. Capacitarlo para la vida del trabajo.
3. Habilitarlo para que participe inteligentemente en el proceso de desarrollo cultural, social y económico del país”.
El Decreto matriz de la Reforma reestructuraba los niveles del sistema. Estos se iniciaban con la educación parvularia para los niños en edad preescolar. Continuaban con la educación general básica destinada “a atender a los niños entre 7 y 15 años de edad; proporcionará una educación general común de 9 años de duración que, en un primer período la tendrá sólo de 8 años”.
Se organizaba el nivel básico en un “ciclo fundamental de 4 años de enseñanza globalizada y otro de 4 años en que se enfatizará la exploración vocacional”. Se extendería a 9 años cuando se prolongara la educación básica, decisión que finalmente no se adoptó.
La educación media atendería “a la población escolar que haya finalizado la educación general básica” y completará 12 años de estudio. Su estructura tendría dos modalidades: Humanista-Científica y Técnico-Profesional. La primera “preparará a los alumnos que deseen ingresar a estudios de nivel superior”. Sin prejuicio de ello “ofrecerá cursos electivos relacionados con actividades de la producción o de los servicios, como un complemento de la formación Humanista-Científica”.
La educación Técnico-Profesional tendrá una duración que completará 12 años de estudio. Su objetivo será capacitar al estudiante para que se desempeñe en los distintos oficios y funciones técnicas que requiere el desarrollo económico, social y cultural del país y prepararlo para la continuación de estudios superiores.
El nuevo sistema comenzó su implantación gradual en 1966, en 1° y 2° año de educación básica. En educación media se inició a contar de 1968 en 1° medio, para concluir en el 1971. Además se estableció la promoción automática en 1° y 2° año básico.
La evaluación del trabajo del estudiante y del proceso formativo de su personalidad constituyó un elemento central de la acción educacional. La Carpeta de Antecedentes de cada uno debería contener toda la información de la vida escolar y la mayor cantidad de información disponible para que el docente pudiese realizar un adecuado diagnóstico del aprendizaje y de la variable y factores que influyeran en sus resultados. Se establecían cuatro niveles para clasificar al educando:
1. Sobrepasa los objetivos planteados.
2. Alcanza un rendimiento satisfactorio.
3. Rendimiento insatisfactorio.
4. Logra un rendimiento mínimo.
Se complementaba lo anterior al comprender el grado de desarrollo según el esfuerzo demostrado en relación con la capacidad de cada estudiante, desde los que la emplean al máximo, los que la utilizan en forma satisfactoria y los que hacen en un grado insatisfactorio.
Ello significó un cambio apreciable al considerar que la evaluación no sólo debería medir los resultados de aprendizaje, sino también los procesos, las instituciones, los programas y también las características y condiciones del personal docente. Todo lo cual hizo necesario preocuparse de superar las asincronías o desfases entre las normativas vigentes en el sistema escolar y los principios curriculares pedagógicos y evaluativos que empujaban los programas de cambio del Ministerio de Educación.
En 1967 se creó el Servicio nacional de Evaluación, dependiente del CPEIP, cuya tarea central fue la administración de una prueba nacional al término de la enseñanza general, destinada a medir habilidades verbales y matemáticas. Esta prueba se constituyó en un elemento para reforzar el mecanismo de ingreso a la enseñanza media por la vía de las capacidades académicas. Al mismo tiempo, se establecieron las pruebas locales de fin de semestre, confeccionadas en forma estándar y administradas por comités locales de profesores, de acuerdo con los programas de estudios oficiales.
Adquirió relevancia el tiempo pedagógico de los docentes (anticipando las “actividades curriculares no lectivas” de hoy), para lograr la aproximación real de las operaciones y significados de las nuevas prácticas que se promovía. Se acentuaba un discurso unitario de la Reforma, que integraba en un relato coherente y significativo, el conjunto de las distintas iniciativas para conectarlo con temas sensibles a la tradición docente y cultural. Como subrayar que la educación pública es una función del estado, una actividad esencialmente moral y secundariamente instrumental, con un rol central del Ministerio, orientada por solidaridad y no por competencia, por la participación y no por la tecnocracia.
Tanto en la educación básica como en la media, se trataba de dar a los estudiantes perspectiva de largo plazo, con una dimensión cívica que auspiciara el desarrollo personal, ayudara a dar coherencia y capacidad de síntesis al pensamiento, a razonar críticamente para romper los mecanismos inmovilizantes, generar valores acordes a la época en que se vive y acceder a la cultura propia y universal. El profesor, es un organizador del conocimiento y de la interacción del estudiante con el objeto del conocimiento. Es uno de los ejes del sistema educativo junto al alumno, así como lo es el contexto en que se encuentra la escuela.
La educación se centraría en el aprendizaje y en el estudiante que aprendía. Por lo tanto, se destacarían los factores externos al proceso como los recursos disponibles, el tiempo dedicado a la información de los hechos y a las tareas.
El aprendizaje se entendía como el resultado del pensamiento que procesa los materiales informativos en las varias instancias del método instruccional. Y era importante identificar las distintas fases o funciones del pensamiento al aprender. Enseñar es ayudar a pensar, a desenvolver estas distintas funciones del pensamiento, dentro de la enseñanza formal según el currículo, pero atento a cambiarlo cuando se conocieran las características del educando.
En plazo relativamente corto se pasó del aprendizaje como adquisición de respuestas -ligado a la teoría conductista, predominante hasta la década de los cincuenta, que estaba relacionado con la línea científica de corte asociacionista: al aprender se registran mecánicamente los mensajes informativos, y el profesor debía crear y moldear la conducta del estudiante- al aprendizaje como adquisición de conocimiento. El centro es la información y el docente es un transmisor del conocimiento y agencia los medios para que el alumno capte la información especificada.
La Reforma consideró el aprendizaje como construcción de significado. Se deseaba lograr un estudiante autónomo, autorregulado, que descubriera sus propios procesos cognitivos, tuviera en sus manos el control del aprendizaje y no se limitara a adquirir conocimientos, sino que los construyera, usando la experiencia previa para comprender y dar forma al nuevo aprendizaje.
Se establecían también algunos apoyos pedagógicos más personalizados para los alumnos con rendimiento más limitado, para superar los desequilibrios que afectaran la promoción automática. Cada escuela debería adoptar las estrategias que estimara más funcionales para enfrentar los problemas emergentes en este caso, a través de una planificación y evaluación periódica de sus actividades. La actitud científica de los docentes, individual y colectivamente, garantizaría superar los diferentes grados de aprendizaje, habida consideración de las características y aptitudes del grupo de escolares.
Para fortalecer la capacidad de los docentes ante los nuevos desafíos, se fundó, en acuerdo con las organizaciones gremiales del profesorado, el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, CPEIP, que actuaría, no sólo como motor del aprendizaje continuo de los docentes, sino también en la investigación e innovación, al que prestaron su concurso muchos de los mejores académicos del país.
En el mismo ámbito de la profesión docente y dada la insatisfacción respecto a la tradicional Escuela Normal, se acordó convertirla gradualmente desde 1967, en una institución de nivel postsecundario y se quiso elevar la calidad de la formación normalista a través de un programa ad hoc de reforma.
Como se comprenderá, la Reforma tuvo éxito en los aspectos técnico-pedagógicos que, junto con los cambios curriculares, fueron eficaces y lograron legitimidad en los diferentes agentes del sistema. Pero la Reforma resultó ser más integral. Además de las dimensiones curriculares, pedagógicas y de profesionalización docente, hubo un gigantesco esfuerzo de expansión de las oportunidades educativas, tendiente a superar rápidamente los fenómenos de baja escolarización, analfabetismo y deserción escolar, entonces bastante graves.
De una matrícula de 1.725.302 estudiantes en todos los niveles del sistema educativo, en 1964 se avanzó a una matrícula de 2.477.254 alumnos en 1970 (43,5% de incremento en seis años). Para hacer posible este histórico salto se desarrolló un conjunto de políticas eficaces: se contrataron y capacitaron extraordinariamente 5.000 nuevos maestros para la educación básica y se incrementó la matrícula en los centros universitarios de formación docente; entre 1965 y 1967 se construyeron 1.145.000 metros cuadrados de edificación, a los que sumaron nuevas superficies en los años siguientes, dando un inédito promedio anual de 273.000 metros cuadrados. Hubo también un gran aumento en la provisión de textos y otros materiales. La Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas fue instalada en 1964 y promovió un notable conjunto de prestaciones y apoyos compensatorios, en alimentación escolar, becas y otros.
En 1964 se dedicaba a la educación 4% del Producto Nacional Bruto. Al término del gobierno se le destinaba 5,7%. En suma, la Reforma Educacional fue un intento de lograr que la educación sirviera para dar forma constructiva a las aspiraciones de liberación y progreso de la población del país, que se habían expresado en la obra de los pensadores e intelectuales, receptores bastante activos del pensamiento surgido en Occidente después de los conflictos mundiales.
Expandir los servicios educacionales haría posible ampliar la participación de la comunidad nacional en el común objetivo de superar las limitantes condiciones económicas de un sector importante de la población de un país en desarrollo.
La movilidad social se agilizaría a través de la integración del sistema educacional, que acogería sin discriminaciones a todos los niños y jóvenes. La orientación vocacional y profesional los habilitaría para el mundo del trabajo y de las dinámicas sociales propias de un país que se incorporaba a las nuevas realidades políticas y económicas internacionales.
Hola. La bibliografía de lo que se cita, no está disponible? gracias
ResponderEliminaratte Ursula
Hola. La bibliografía de lo que se cita, no está disponible? gracias
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